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Largo para violoncello solo

Largo para violoncello solo. Opus 4 (Monólogo amoroso en noche de verano).

Es una noche de verano, tranquila y cálida. En el exterior sopla la brisa entre árboles de figuras surrealistas, ténuemente iluminados por una farola que los transforma a mis ojos cansados en abstractos entes policromos. La luna duerme apaciblemente y las estrellas han dejado de agonizar con el último parpadeo, ahora están muertas, pero sus cadáveres tardarán en enfriar su luz pálida. El agua del lavabo cercano musita inaudibles rezos que se unen a las horas que están danzando frente a mí en un estraño claroscuro, están creando un mágico ballet.

Cerca suena un violoncello, blancas manos hieren con su afilado espadón las entrañas del silencio. Tendido en mi lecho escucho vibrar las cuerdas tirantes de su oronda alma, un palpitar largo, profundo, como un sollozo de deseo, de impotencia inmóvil. Su lamento es resignado, como el de los dioses de la naturaleza que lo han visto todo, atemporales, vivos y sabios.

Siento mi cuerpo tenso como la cuerda de un arco, vibrante hasta la agonía, sujeto por férrea mano al silencio. Está deseoso de lanzarse hacia tu piel, de atravesar tu corazón hasta el fondo del alma, pero la cuerda vibra en el aire, apunto de estallar como ese acorde agudo producido por las tripas de ese orondo músico que aún siguen flotando en el aire.

Me gustaría hablarte esta noche con mis manos en tu cuerpo, que un diálogo acariciante se pudiera establecer entre las yemas de mis dedos y la piel sonriente de tu cara, la cascada eléctrica de tu pelo, la timidez de tu nuca, la rigidez del cuello decisne, la tersura de los senos, el rítmico latido de tu pecho, la ondulante fuga de tu vientre, la temerosa pendiente de tus muslos.

El violoncello parece agitarse en una pesadilla tumultuosa, no quiere oir la voz profunda que desgarra sus tripas. Tengo la sensación de que también él desearía dialogar con tu cuerpo, convertirse enel músico ensimismado que retiene tus caderas entre sus muslos al tiempo que busca en el fondo de tu vientre acordes quenadie ha encontrado aún. Con tu alma como un intrumento manejado por labios anhelantes; intimidad con intimidad la música se espiritualiza, pero en estos momentos siento más que nunca la soledad de quien está hablando con su sombra en mitad de la noche.

Oigo cómo el violoncello enronquece, el anhelo que vibra en sus cuerdas agoniza de una forma tan triste que la belleza no puede seguir rumiando tanta desdicha y se arrodilla frente a su ventruda intimidad. En medio de la noche mi cuerpo se relaja sobre el lomo del agotamiento, antes de dormirse te llama por última vez: "Necesito abrazarte, oír el latido de tu corazón, sentir en mi plexo solar las vibraciones de tu alma".

El violoncello ha susurrado su último acorde. ya no existe el tiempo, mi alma lo comprende, pero mi cuerpo se rebela. al fín la obsesión se desvanece, el deseo puede ser apagado, pero ¿quién matará la llama del amor, la inútil antorcha que guía mi vida?.

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